- No pudo ser, Julio. La esquela que le enviaste aquel 13 de octubre del 83 al poeta Héctor Yánover estaba cargada de esperanza: la de volver a Buenos Aires el febrero siguiente. Era enternecedor cuando ensayábamos en el galpón del sindicato, todos esos muchachos de menos de veinte años leyendo Rayuela y Bestiario o Historias de Cronopios y de Famas y El Perseguidor. Al fin había descubierto a Yearbird, y hacíamos el amor con las manos, de rodillas, escuchábamos jazz, tomábamos pastis y comíamos huevos fritos. Ivana se esmeraba para aprender cómo se encienden los fósforos de cera, caminamos en círculos casi trotamos en el galpón con treinta grados ensayando una y otra vez “Casa Tomada” que interpretó Adrián tan flaco y tan adolescente, juntamos tejidos de la abuela y flores secas para el altar de Rocamadur.
- El libro (Rayuela) tiene un solo lector: Aurora. Por consejo suyo, traduje al español largos pasajes que en un principio había decidido dejar en inglés y en francés. Su opinión del libro puedo quizá resumírtela si te digo que se echó a llorar cuando llegó al final..
- Carol. Una joven canadiense fina, delicada, culta, sensible, que hablaba en voz baja.
- Lector, tal vez ya lo sabes: Julio, el lobo, termina y ordena solo este libro que fue vivido y escrito por la Osita y por él como un pianista toca una sonata, las manos unidas en una sola búsqueda de ritmo y melodía. " Apenas terminada la expedición, volvimos a nuestra vida militante y partimos una vez más a Nicaragua donde había y hay tanto que hacer
- Julio no podía ser peronista porque no lo dejaban escuchar a Béla Bártok.
- No te preocupes Julio, los peronistas también habían prohibido a Atahualpa Yupanqui.
- Una melancolía que es pura cuerdas y madera.
- Yo había sido el único profesor, entre veinticinco, que no besó el anillo de Monseñor Serafini.
- Lo vi en su cama del hospital Saint Lazare. Parecía un Chaliapin, un personaje de novela rusa, con esa barba. Él nunca entendió el fenómeno del peronismo, pero aceptó y ayudó a quienes luchaban, colaboró con ellos porque era un tipo terriblemente abierto.
- Casualidad diría Bioy Casares, después del estreno en San Luis de “La Revolución Francesa” había sido motivo de denuncias por parte del obispo que tenía sus reales frente a la plaza donde ubicamos la Bastilla.
- Fantasmas, imágenes “como monedas fuera de circulación, objetos de un mundo caduco en la lejana orilla del río”
- París, ocho de julio de 1983. No tengo mucho tiempo para escribir y pienso que usted comprenderá las razones.
- A ella le debo, como le debo lo mejor de mis últimos años, terminar solo este relato.
- La melancolía no tose.
- Eso le gustaba mucho a Julio, la idea de que hay miradas que perduran en el tiempo y en el espacio.
- La melancolía a veces tiene caspa.
- El libro (Rayuela) tiene un solo lector: Aurora. Por consejo suyo, traduje al español largos pasajes que en un principio había decidido dejar en inglés y en francés. Su opinión del libro puedo quizá resumírtela si te digo que se echó a llorar cuando llegó al final..
- Carol. Una joven canadiense fina, delicada, culta, sensible, que hablaba en voz baja.
- Lector, tal vez ya lo sabes: Julio, el lobo, termina y ordena solo este libro que fue vivido y escrito por la Osita y por él como un pianista toca una sonata, las manos unidas en una sola búsqueda de ritmo y melodía. " Apenas terminada la expedición, volvimos a nuestra vida militante y partimos una vez más a Nicaragua donde había y hay tanto que hacer
- Julio no podía ser peronista porque no lo dejaban escuchar a Béla Bártok.
- No te preocupes Julio, los peronistas también habían prohibido a Atahualpa Yupanqui.
- Una melancolía que es pura cuerdas y madera.
- Yo había sido el único profesor, entre veinticinco, que no besó el anillo de Monseñor Serafini.
- Lo vi en su cama del hospital Saint Lazare. Parecía un Chaliapin, un personaje de novela rusa, con esa barba. Él nunca entendió el fenómeno del peronismo, pero aceptó y ayudó a quienes luchaban, colaboró con ellos porque era un tipo terriblemente abierto.
- Casualidad diría Bioy Casares, después del estreno en San Luis de “La Revolución Francesa” había sido motivo de denuncias por parte del obispo que tenía sus reales frente a la plaza donde ubicamos la Bastilla.
- Fantasmas, imágenes “como monedas fuera de circulación, objetos de un mundo caduco en la lejana orilla del río”
- París, ocho de julio de 1983. No tengo mucho tiempo para escribir y pienso que usted comprenderá las razones.
- A ella le debo, como le debo lo mejor de mis últimos años, terminar solo este relato.
- La melancolía no tose.
- Eso le gustaba mucho a Julio, la idea de que hay miradas que perduran en el tiempo y en el espacio.
- La melancolía a veces tiene caspa.
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