martes, 9 de septiembre de 2008

CON JULIO Y ERNESTO EN ATACAMA

Durante el viaje de regreso desde Perú es inevitable mantener el pensamiento fijo en otra imagen, la del Che viajando por este desierto en una motocicleta. Y la de Julio, que me explica porqué solamente puedo contar por ahora una síntesis de lo que han hecho con esta parte de América las invasiones que no acaban. Y lo cuento pensando lo mismo:
- De repente me pregunto por qué tengo que contar esto, pero si uno empezara a preguntarse por qué hace todo lo que hace, si uno se preguntara solamente por qué acepta una invitación a cenar (ahora pasa una paloma, y me parece que un gorrión) o por qué cuando alguien nos ha contado un buen cuento, en seguida empieza como una cosquillita en el estómago y no se está tranquilo hasta entrar en la oficina de al lado y contar a su vez el cuento; recién entonces uno está bien, está contento y puede volverse a su trabajo. Que yo sepa nadie ha explicado esto, de manera que lo mejor es dejarse de pudores y contar.-
No sé, amigo mío, no sé si alguien tendrá ganas de salir y contarlo en la oficina de al lado, donde mucho me temo que haya Famas.

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