miércoles, 10 de septiembre de 2008

JULIO Y LA MAGA




No pudo ser, Julio. La esquela que le enviaste aquel 13 de octubre del 83 al poeta Héctor Yánover estaba cargada de esperanza de volver a Buenos Aires el febrero siguiente. Justo ése, en que el azar eligió por vos otro viaje. Como era tu costumbre, responder al amigo así, hasta cualquier momento. El hasta siempre final es cierto, che. Siempre estas dándote una vuelta por aquí. Te hubiese gustado ver “Las fases de Severo”, me lo decías en tu carta del ocho de julio de 1983.
- Pero quiero agradecerle una carta tan cordial, las noticias sobre las actividades teatrales en San Luis (Me hubiera gustado ver “Las Fases de Severo”) y la pieza inspirada en mi cuento. “como muchas cartas, como muchos relatos, también hay mensajes que son botellas al mar”
- No hay solamente una melancolía, esa gris y con sonido de plomo, también hay esas melancolías anaranjadas, que tienen brillo de escamas y que nacen de recuerdos que no se resignaron a los rincones ni a las pelusas que provocan ojos rojos. Vos trabajabas en Chivilcoy y habitabas una pensión en la calle Pellegrini. Mis pensiones estaban siempre en los alrededores de Corrientes y Callao. A partir del invierno de 1966 comencé a vivir en los alrededores del centro trasnochador de Buenos Aires donde quedaban las pisadas de Gardel, Enrique Muiño y Elías Alippi y los gestos de Justo Suárez. Fue en una de esas pensiones, de la que me escapé sin pagar, que leí por primera vez el primer ejemplar de “Rayuela” una noche que me lo prestó el flaco Ricardo, mi primer hermano. La música del saxo aparece en la vieja habitación que ahora veo pintada de colores ocres pero que tal vez era empapelada. El Julio amaba el saxo, yo ignoraba completamente la existencia de Yearbird. De aquella mesa de mediodías provincianos siempre recordaste a doña Micaela, y algunos dicen que de esas conversaciones vocingleras te robaste la semilla del gíglico. Yo empezaba la búsqueda, en los bares, en el cineclub, en los subterráneos...
- Entro de noche a mi ciudad donde me esperan o me eluden, donde tengo que huir de alguna abominable cita, de lo que ya no tiene nombre...
- Con el Flaco íbamos a bajar el río Paraná en balsa de troncos, como habíamos visto en “Sabaleros”, la película de Fernando Ayala. No sé, primero lo voy a llamar a Ricardo por teléfono, tal vez me vaya a las provincias, tal vez vuelva a Corrientes... mientras tanto no dejar de caminar, pasar junto a Tanguito, seguir viaje...
En esta parte debería escucharse
“Reunión Cumbre” me gustaría mucho,
con Jerry Mulligan y Astor Piazzolla.
- Estamos en otoño otra vez, ¿era la Guerra de los Seis días en Israel, la crisis de los misiles cubanos o la invasión a Vietnam? Imágenes “como monedas fuera de circulación, objetos de un mundo caduco en la lejana orilla del río”. Acabo de conocer a La Maga, como siempre, primero es una alucinación parada junto al teléfono que me dice: - “Los teléfonos se cansan, les da fatiga con tanta gente que habla y habla nada más que pavadas “
- En los versos “Plaza España Contigo” aparecidos en su libro, el Julio habla de la más hermosa plaza de Chivilcoy, de un mediodía y una cita, la de Cortázar con Coca Martín.
- Está loca, lo que más te gusta es que está loca pero es La Maga, o sea que no está loca
- “Le escribo a esa mujer que respira bajo tantas máscaras, incluso la que yo le inventé para no ofenderla, y le escribo porque también usted se ha comunicado ahora conmigo, debajo de mis máscaras como escritor, por eso nos hemos ganado el derecho de hablarnos así, ahora que sin la más mínima posibilidad imaginable acaba de llegarme su respuesta”.
- Yo no estaba loco, todos se enamoraron de La Maga, la acompañamos hasta su casa que quedaba lejos, tomando uno de esos trenes eléctricos suburbanos que hoy son pasaporte al miedo. Así, tras los pasos de ese personaje que estudiaba teatro, entré al teatro y conocí a Osvaldo Dragún, a Osvaldo Bonet, a Eduardo Pavlovski. Tan fácilmente se cumplió la profecía de Alicia Berdaxagar y Carlos Carella. No tanto, Alicia decía: “Este chico es un payaso”, pero insistí yendo y viniendo por ese corredor de mosaicos floreados en Palermo hasta que Carlos y Alicia que ya eran actores leyeron mi versión dramática de “Fausto” de Estanislao del Campo, y juro que les gustó. Nunca se pudo estrenar, porque el Rector del Colegio no permitía ingresar mujeres
- ...al establecimiento masculino, que quiere decir para varones; mirá vos qué cosa, che, acabo de escribir “Recto” cuando la intención era poner “Rector”. ¿Y si tomamos mate?
- “es cierto que escribir me calma a ratos, será por eso que hay tanta correspondencia de condenados a muerte”
- El buen hombre no sabía que Julio había hecho su adaptación de “El Puñal de los Troveros” de Belisario Roldán para un día de egresados en el teatro Metropol.
-
Música de saxo otra vez, quizás John Coltrane...

- A Carlos y Alicia tampoco iba a volver a verlos por muchos años...
- ¿Y La Maga?
- No, gracias. Era hermosa
- Muy flacucha-
- Tenía ojos luminosos
- Usaba unos lentes gruesos horribles
- Ayer era de tarde y caminábamos por Montevideo, de vuelta del café de La Paz y me decía...
- “La gente nunca mira por arriba de las cejas...”
-¿Qué pasó?
- No sé, vivía muy lejos... se tomó el tren... el eléctrico...
Vendría la época de poner proa a San Luis y al oeste, un viaje que según los amigos era arriesgado. El tren de madera sale mañana, me dejará en Río Cuarto y de allí haciendo dedo...

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